Heber Martínez

Píntela que se la coloreo

Fotografías:
Julio Barrera
- Escrito Por:
Juan Sebastián Salazar
Heber Martínez / Bogotá, taxista - Relatos Amarillos

Yo salí hace unos días de la estación, entonces estoy en las vainas del carro: cambiarle el vidrio, el capó, cambiarle los inyectores… No he podido ni hablar con mis familiares, ¿sí me explico? Ahorita justo estoy en el taller… Pero, bueno, a ver le cuento la historia:

Yo nunca he actuado de forma violenta o, bueno, no tan violenta. Yo me imagino que lo que hice lo hice porque estaba apuñaleado y con rabia, pero… Pues sí, el trabajo de taxi sí lo vuelve a uno como violento, mano. Al principio yo no peleaba ni nada de eso, pero a medida que fui manejando y manejando pues ya uno no se la deja montar y pues ya uno pelea en la calle, con los conductores y todo eso… Pero para llegar al límite como al que llegué con el ladrón, nunca. 

Yo he tenido como uno, dos, tres… cuatro intentos de atraco. Y en ninguno habían coronado.

Heber Martínez / Bogotá, taxista - Relatos Amarillos

Hace como tres años recogí a un chino que me dijo que lo llevara a Plaza de las Américas, y no sé si el chino estaba como mal, si estaba pepo, pero… Se veía ido. El caso es que cuando llegamos a Plaza de las Américas el chino vio que había taxis y gente me dijo: 'Ay, no, qué pena, mi hermano, es que era al Portal de las Américas'.

—Es que usted se ve raro, ¿si tiene con qué pagarme?

Y sí, tenía plata. Yo dije Bueno, qué hijuemadre, si se tira a robarme pues me paro.

Cuando llegamos le dije que eran dieciséis mil:

—Uy, pero está muy caro.

—Bueno, deme quince.

Y también las mismas: se hizo el pendejo… Hasta que me mandó un pico de botella y me dijo que le diera la plata y las llaves del carro. Pero a mí me dio fue risa, y lo que hice fue pasarme a la parte de atrás y me puse a pelear con el man, y cuando ya lo tenía dominado el man me tiró la botella a la cabeza, y la sangre me cayó a los ojos y ¡Ag! Este hijuemadre me rompió. Ahora sí este man se hizo romper. Y fui a buscar una varilla que tenía y cuando abrí la puerta el man salió corriendo. Y, ¡Ag! Para qué seguirlo. Al fin y al cabo no me robó. Ya nos rompimos. Ya paila. Y me fui así ensangrentado para la casa.

Heber Martínez / Bogotá, taxista - Relatos Amarillos

La otra fue cuando recién compré el carro. Cogí a unos chinos en Suba que me dijeron que los llevara a tal lado y lo que hicieron fue meterme en una parte toda oscura. Yo les dijo que por ahí yo no andaba.

—Ah, tranquilo… Ay, este man está mareado. Tranquilo que todo bien. Llévenos al conjunto.

Yo de sano me fui y estando allí me pusieron el cuchillo en el cuello y me dijeron: '¡Quiubo, bájese del carro!'. Entonces el del cuchillo se puso de copiloto, y yo hice como si les sacara una pistola y salieron corriendo. Ese día no me hicieron nada.

Y pues ahí voy… Lo que le conté al principio… Hace poco me sacaron de la estación porque atropellé a uno de los ladrones que me intentó robar; eran dos: uno me quito la plata, que fue el que me apuñaleó, y el otro me quitó el celular, a quien alcancé a coger con el carro, que fue el que terminó hospitalizado y todo.

Ahora mi familia dice que deje de trabajar en taxi, pero es que…Yo ya conozco la ciudad, y esto es lo que sé hacer. ¿Qué más me pongo a hacer? Yo no soy bachiller ni estudié ni nada de esas vainas, entonces qué me voy a poner a hacer a estas alturas.

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