Walter Zapata

La espalda amarilla

Fotografías:
Cristina Abad
- Escrito Por:
Juan Sebastián Salazar
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Qué más, mijo. A mí me han pasado muchos sucesos, muchas historias, pero me voy a involucrar en una… Pero antes un consejo: la puntualidad, responsabilidad y honradez; estas son cosas que los pueden llevar lejos: estas son cosas que me han llevado hasta donde estoy yo hoy.

Recuerdo. Me reportaron un servicio y era una señora en embarazo. Me dijo que la llevara a la terminal y cuando fuimos me dijo que si la llevaba a Guarne. Cuando llegamos me dijo que si la recogía al día siguiente a las tres de la mañana, y yo al otro día ya estaba allá.

—Ah, es que usted es como cumplido.

—Ah, es que yo nunca llego tarde.

—Ah, qué bueno. ¿Entonces si necesito otra cosa lo puedo seguir llamando?

—Sí.

Ella volvió a llamar y yo volví temprano. Un día me dijo que me iba a presentar a su esposo. El esposo es un extranjero, un asiático exageradamente puntual y responsable, entonces cuando me llamaban yo siempre estaba antes. Y me llamaban y me llamaban y me empezaron a pagar muy bien: al principio me pagaban el día, pero era muy buena plata: 100 - 120. Y cada vez empecé a hacer menos carreras. Yo estaba con ellos a la hora que me dijeran. Yo estaba ahí.

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—Puede ir a tal…

Allá puedo.

—Que si me lleva a…

Allá vamos.

Nunca dije que no. Fui con ellos hasta Bogotá, al Eje Cafetero, a Sopetrán, a Santa Fe de Antioquia, San Jerónimo, Santa Rosa de Osos, Montería, Arboletes, Cartagena, Sincelejo… y todo en el carro: no le gusta el avión.

Después de año y medio de estar en esas me dijo: ‘deje el taxi y se queda trabajando conmigo en la camioneta, como escolta’. Y así fue… Aquí llevo unos seis meses. 

Igual, yo puedo decirles que no puedo manejarles y ellos entienden, y, es más, me llevo la camioneta y trabajo con otros clientes que había conocido antes, en el taxi. Ellos me dejan.

También trabajo con un gringo, con una persona de EPM, y con un perito informático, a quien le transporto discos duros y computadores… En su laboratorio yo soy el único que puede entrar. Al gringo lo conozco hace unos diez - doce años; él es vendedor de una de las empresas de carnes más grandes del mundo. Lo conocí en una carrera en El Poblado: lo recogí en un hotel, lo llevé a un restaurante, lo esperé y lo devolví. Luego me preguntó que si podía llevarlo al aeropuerto y allí le di mi número y cada vez que está acá me llama.

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—Me recoge en el aeropuerto.

—Sí.

Y me paga bien… muy bien: me da 150 - 200.

¿Que cuál es el secreto? Pues… Lo que yo siempre he pensado: hacer lo mejor que puedo. Bueno, y también hablar bien: del habla se sabe el estudio, la calidad de vida… Por eso hay que saberse expresar. Eso da mucha confianza.

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