
Años 80
EXPLORAR

Metal y punk
La banda sonora de la violencia en Colombia

El metal y el punk aterrizan en Nación Rebelde RTVC a través del testimonio de figuras como Álex Oquendo, Carlos Mario Pérez y Ramiro Meneses para revivir la aparición y el ascenso de estas tendencias durante los convulsos años ochenta.
Por Álvaro Castellanos
Si tenemos en cuenta que el rock siempre ha sido un reflejo de las condiciones sociales de cada época, no extraña que en la Colombia ultraviolenta de los años ochenta, arrasada por la guerra del narcotráfico, emergieran con tanto esplendor el metal y el punk: brazos extremos del rocanrol y que en la década anterior ya habían alcanzado un posicionamiento mundial, con bandas como Black Sabbath, Iron Maiden, Judas Priest o The Clash, como caras más poderosas. En Colombia, el estatus de narcoestado comenzó a etiquetar al país en los años setenta con la llamada «bonanza marimbera». Narcos y élites percibían ingresos millonarios por la exportación de marihuana y posteriormente de cocaína. Este fenómeno marcó un punto de no retorno en el país, que produjo una guerra tenebrosa entre Gobiernos y Carteles y dejó a su paso un charco de sangre imborrable para la historia colombiana. Las muertes violentas del exministro de justicia, Rodrigo Lara Bonilla (1984), del director del diario El Espectador, Guillermo Cano (1986) y del candidato presidencial, Luis Carlos Galán (1989) sobresalen entre la ola de magnicidios que pusieron en jaque al Estado colombiano. Y, en este contexto, efectos colaterales como la debilidad institucional, la corrupción política, la pobreza extrema, el desplazamiento, los atentados a gran escala y el sicariato fueron musicalizados por el metal y el punk.
«En la época de los ochenta había una marcada violencia en Colombia. Ello generó una desigualdad e injusticia que condujo a muchos jóvenes a empezar a buscar alternativas de escape, entre ellas la música. Por eso en Medellín se generó un movimiento que fue el ultra metal, con bandas importantes e icónicas del momento, como Reencarnación de Víctor Raúl Jaramillo y la banda de Carlos Mario (Parabellum)», comenta en Nación Rebelde RTVC el gestor musical Alejandro Barbosa.
El ultra metal fue un subgénero derivado del heavy metal y el black metal, que vio su nacimiento en Colombia. La precariedad en las grabaciones, la desafinación instrumental y las letras tóxicas fueron sus pilares. Esta tendencia musical fue la banda sonora ideal del entorno violento que sufrían ciudades como Medellín, Bogotá y Cali. Tan potente fue el ultra metal, que saltó fronteras y se retroalimentó con el legendario black metal noruego: ese que se pintaba las caras de blanco y negro, quemaba iglesias y proclamaba doctrinas satanistas. Desde la península escandinava, sus referentes veían con fascinación a bandas colombianas como Reencarnación, Parabellum y Masacre, por la oscuridad liberadora de su música en medio del fuego destructivo que intoxicaba a Colombia.
«Parabellum comenzó por allá en 1983. Se destacaba porque precisamente en la parte vocal no había ningún tipo de afinación. Era como distorsión en las melodías y una música que, aunque era gutural, estaba también marcada por la desafinación. Y eso causó un atractivo en la juventud en esa época, porque era muy traído también de la cultura noruega, del black metal de este país», contextualiza Barbosa sobre Parabellum, una banda de culto a la que le bastó ocho años y un demo, dos EPs y una compilación para convertirse en bastión universal del metal más extremo.
Carlos Mario Pérez, guitarrista de Parabellum, refleja en Nación Rebelde RTVC la representación que tuvo su banda como reflejo del desespero social colombiano. «La música original de Parabellum era sobre Colombia. Parabellum quiere decir precisamente “prepara la guerra” y nosotros crecimos en la guerra, en la guerra que todavía estamos». Pérez también justifica el contenido provocador de la banda, con líricas muy adelantadas a su tiempo por la forma en que se enfrentaban tan bruscamente a la moral religiosa establecida. «El arte me parece que debe ser libre, debe ser libertino para que la gente exprese lo que quiera, sin necesidad de hacerle daño físico a nadie. Que la gente pueda expresar en el arte ese odio que siente contra las determinadas formas ya sea de la vida, ideológicas o en general de todo».
Así lo demuestra la letra de Engendro 666 de 1987, uno de los grandes éxitos de Parabellum. Una canción escandalosa que explica perfectamente el veto absoluto que sufrió la banda en los medios de comunicación colombianos.
Satán y madre muerte
Juntos se aparean sobre el altar de una iglesia
Madre muerte clava agujas en su vientre
El firmamento engricese, la tierra se agita
Apocalipsis se acerca
Aguardando en su vientre miles de siglos
¡Oh! Redentor maldito
Entre más oscuro, ruidoso y provocador, mejor. Esos eran los disparadores del ultra metal que, escarbando entre la antiestética, encontró una estética propia. Un sonido que el periodista Román González sintetiza de manera bastante concreta. «Es la suma de instrumentos malos, mal distribuidos, mala ejecución, ira, desolación, abandono, frustración. Esas canciones son obras de arte de una ciudad que les puso esas posibilidades».
Completamente distanciado de estas tendencias hace décadas y ascendido a ícono mundial del pop, Juan Esteban Aristizábal, Juanes, hizo su aparición musical en los años ochenta por medio del metal. El cantante paisa también expresa en Nación Rebelde RTVC cómo este subgénero respondió al declive social que golpeaba a las juventudes. «Era muy loco porque vivíamos ese momento de, no sé, hermano, era como de angustia, ansiedad, rabia, frustración, miedo y entre todo eso estaba la música y entre todo eso estaba el metal». Se dice que Juanes tuvo un paso muy fugaz en la banda Masacre, quizá la mayor autoridad del metal en la historia de Colombia. Y así como la cuna del rock en décadas anteriores se localizó en Medellín, el centro de actividades del metal también se situaría en la capital de Antioquia. «Todo este mundo de Medellín era muy especial porque encontrábamos a través de la música una manera de escaparnos o de, yo no sé, plasmar todo de una manera agresiva, pero con arte, sí me entiendes, era muy particular», concluye Juanes.
Álex Oquendo es la cara de Masacre. La banda formada en 1988 presume una despampanante longevidad pues, para 2022, sigue activa y girando. Alineada sobre todo con el death metal, acumula un prontuario gigante de lanzamientos, resumidos en diez LPs, tres demos, cuatro reediciones y siete compilados. Y como no se podía documentar la primavera del metal colombiano sin él, Álex Oquendo también dejó su testimonio en Nación Rebelde RTVC.
«Yo no tenía madurez vocal hasta que llegó el metal y el metal me permitió hacer ese tipo de vociferación, de poner un tono más bajo, de hacerlo más gutural y esa manera la fui probando hasta que me dio resultado y luego empecé a hacer proyectos pequeños hasta que llegué a Masacre», recuerda Oquendo, acerca de su llegada a la escena y su técnica vocal.
Por su parte, sobre la crudeza de la realidad que pegaba duro en los jóvenes Medellín, Oquendo complementa: «Algunos optan coger ese camino que era la violencia, o la delincuencia y otros que éramos más temerosos y también que nuestros principios no daban para llegar a ese punto, cogemos la música. Y en ese entorno agarrábamos los bajos, las guitarras, la batería, las voces y nuestras letras se volvieron nuestra arma de defensa y de denuncia. Y de esa manera empezamos a cantar en contra de un sistema derrotado y una democracia que estaba empezando a ensuciarse con el narcotráfico. Nosotros como jóvenes estábamos empezando a ver la corrupción, estábamos viendo cómo nos llamaban de diferentes puntos a hacer parte de combos, guerrilla, narcotráfico, paramilitarismo y un entorno social que era muy caótico y peligroso en nuestra ciudad y sobre todo en los barrios».
El nombre de su banda tiene la explicación más lógica que podamos imaginar. «Somos Masacre, porque hacemos parte de ese tipo de realidad, de la muerte. El año que nacemos es denominado el año de las masacres y eso a nosotros nos marca tanto que se nos hace necesario escribir letras, lanzar carátulas, música y nuestro discurso en escena es el mismo: hablar de ese tipo de realidades». Con más de treinta años vigente en la escena, Oquendo destaca con orgullo cómo su música ha logrado sobrevivir y expandirse por todo el mundo. «Hemos podido construir una cantidad de álbumes para pasar fronteras, sacar discos en Europa, Japón, Alemania, Noruega, México, Estados Unidos, Argentina, Brasil».
Las odas dolorosas a la muerte se reflejan en toda la discografía de Masacre. Un ejemplo de este énfasis lírico es la canción Cortejo fúnebre, gran hit de la banda y proveniente del disco Reqviem de 1991.
Santifica su aparición fúnebre
Ceremonia funesta triste
Cortejo, ellos han muerto
Alzan todos, manos al viento
Sacudiendo pañuelos de esperanza
Y lo unto de silencio
Gritos de ecos (ecos ecos)
Bendecido ahora al maldecido
Él sabe la verdad y calla
Ellos tienen sabiduría y los otros
Consumen de vida al infierno
Mientras malditas cabezas
Desfilen, cortejo fúnebre
El virtuosismo metalero se deja ver en la discografía de Masacre mediante la ejecución de un death metal exigente y quirúrgico, en el que ningún insumo sonoro es fruto del azar. Por esta vía, en el versátil caudal del subgénero aparecieron en Colombia otros exponentes inmortales, como Krönos (1986) en Cali y Kraken (1984) en Medellín: banda que germinó la figura de culto de Elkin Ramírez, tótem del rock colombiano y fallecido en 2017.
«Lo colombiano de nuestra música estaba reflejado más que todo en la poesía urbana de lo que Elkin escribía, o sea el contenido de la problemática de los habitantes en Latinoamérica, que era una manera de ver la vida muy diferente a un adolescente norteamericano», recuerda en Nación Rebelde RTVC su compañero Hugo Restrepo. «Sin embargo, lo que había ahí era denuncia social básicamente. Canciones como “Nada ha cambiado” o “Palabras que sangran”, donde lo que se habla es de la denuncia social, sobre los problemas de Colombia y de Latinoamérica, pero con un corte de conciencia», añade el cofundador de Kraken, Jorge Aterhortúa. La voz única e irrepetible de Elkin Ramírez, que alcanzaba niveles increíbles en sus escalas, sobrevive para siempre en himnos del rock colombiano, como El idioma del rock (1999), Lenguaje de mi piel (1993), Vestido de cristal (1989) y Muere libre (1987).
A cinco años de su muerte, los adjetivos para resaltar la figura de Elkin nunca parecen alcanzar. De ahí, las sentimentales palabras Atehortúa para recordar a quien se inmortalizó bajo el sobrenombre de El Titán. «Elkin era un hombre muy sencillo, muy respetuoso, muy amable. Se salía completamente del concepto del “rockero tradicional” o digamos del simplemente rebelde porque sí. Elkin no decía palabrotas. Elkin era amable con las personas, hablaba bonito, le hablaba muy bien a las mujeres y hablaba así como “hola, viejito, ¿cómo estás?” y trataba muy bien a las personas, era muy respetuoso con todo el mundo. Como decía, era sencillo, humilde, podía subirse en bus con nosotros a cualquier lado».
Distinto al metal en intenciones y ejecución, pero atado por el sentimiento de desarraigo y rechazo a las instituciones, el germen del punk también se centró en Medellín y escribió sus páginas fundacionales durante los años ochenta. Para el periodista Román González, el movimiento llamado «Punk Medallo» plasma, como ningún otro género, el sentimiento de desprotección y el invaluable fenómeno del DIY (Do it yourself), típico en este género para surgir sin apoyo comercial.
«El punk medallo para mí es la música más visceral, más pura y más honesta que ha parido Medellín. Es una música que pasa sin filtros, que atraviesa sensibilidades, es única e irrepetible. La ciudad del día de hoy es una que todavía sabe a esa música, yo creo que la banda sonora de esta ciudad es el punk medallo. Lo que definió al ultra metal o al metal medallo se puede definir como contestataria, atemporal, cargada de significados y esas dos corrientes, el punk de Medellín y el metal describieron a la ciudad de la forma más honesta que se ha podido hacer, además porque es música que se ha tenido que hacer sin ningún tipo de apoyo y que le da un valor especial, lo que no se ve en las presentes generaciones, porque esas generaciones de antes tenían muchos huevos de gritarle a el país, a la ciudad y a el mundo todo su descontento que tiene un sabor especial e irrepetible».
Con referentes internacionales como Sex Pistols y The Clash (Reino Unido), el punk colombiano tomaría la velocidad de su interpretación y la simplicidad en los acordes de la guitarra, pero en términos sonoros construiría una profunda esencia propia. El punk colombiano era musicalmente rústico, aunque contundente en sus mensajes: consigna que aplicaron exponentes nacionales como Fértil Miseria, I.R.A. y La Pestilencia. Así lo recuerda Alejandro Barbosa en Nación Rebelde RTVC.
«En esta época había bastante inconformismo y recordamos mucho la película de Rodrigo D: No Futuro, porque ahí es donde se muestra precisamente toda esa realidad de jóvenes que estaban sufriendo y que incluso antes de llegar a solucionar sus propios conflictos, buscaban era una alternativa en un instrumento. Por eso vemos en ese capítulo de Rodrigo D: No Futuro a este protagonista buscando unas baquetas para ser baterista. Esa película obtuvo premios de Cannes y ahí es donde empieza a gestarse un movimiento importante en la cultura del rock colombiano, nacen bandas como Masacre, Neurosis, La Pestilencia, en Bogotá, y bandas que realmente marcaron toda una época y un movimiento cultural en nuestro país».
El protagonista de la película Rodrigo D. No Futuro (1990) fue Ramiro Meneses. Un actor que encontraría auge en el papel de un joven marginado y solitario que prefiere morir antes que verse obligado a convertirse en sicario. La película exaltó a otra de las bandas pioneras de punk en el país: Mutantex, en la que Meneses toca la batería ocasionalmente. Sobre las críticas al género por su rusticidad y la polarización histórica que aún se evidencia entre fans y escenas, Meneses resalta en Nación Rebelde RTVC la importancia de jalar todos hacia el mismo lado, sin importar de qué género del rock provenga la música que se lance, ya que la intención es la misma. «Yo creo que lo más importante en esta vida es que cada uno se preocupe de sí mismo, pues es que no tiene sentido una crítica constante. Los rockeros nos han criticado “no que eso es música de pelea de gatos, que eso no saben tocar, que no sé qué”».
La creatividad contracultural del punk se localizaba en Medellín, pero en Bogotá también estaban pasando cosas. La capital colombiana vio surgir en 1986 a otra autoridad del género: La Pestilencia. Una banda poderosa y sorprendentemente longeva, con más de 35 años de vigencia y 14 discos lanzados, entre álbumes de estudio y EPs, sencillos y demos. El componente provocador del metal y el punk de la época sería perpetuado por La Pestilencia, con portadas ultraviolentas y explícitas, como si se trataran de tapas de tabloides sensacionalistas, con asesinatos y mutilaciones. En tanto, el sonido del grupo liderado por Dilson Díaz serviría como palanca para la aparición posterior de otros sonidos derivados al metal y el punk, como el Hardcore.
De La Pestilencia y la representación de Bogotá en el movimiento punk puntualiza Alejandro Barbosa. «La Pestilencia en su momento, con Héctor Buitrago y Dilson Díaz, marcó toda una era del movimiento punk acá en Bogotá. Ellos se presentaron en una emisora que se llamaba Radio Fantasía, llamaban oyentes y empezó a generarse las ganas de grabar un álbum. De ahí surge “La Muerte, un compromiso de todos” con temas como Sicarios, Fango, temas que hablaban de una realidad que era la de tanto narcotráfico, violencia causada por el sicariato en Medellín, que no podía desconocerse. Y de esa lucha, de los muchachos de por lo menos salir con la música de toda esa realidad dura y crítica que estábamos viviendo en el país».
El esplendor creativo del rock, canalizado en los ochenta por la música alternativa, el metal y el punk mantendría su permanente transformación con la llegada de los años noventa, tiempo en que la violencia de los Carteles de la droga tuvo sus momentos más macabros y mientras otras formas musicales híbridas florecían en el país. Pero esa será música perteneciente a otra etapa y material de próximas entregas de Nación Rebelde RTVC.


Rock en Español
Un grito de identidad en nuestro idioma

Nación Rebelde RTVC recuerda la influencia del Concierto de Conciertos y de bandas como Estados Alterados y Compañía Ilimitada en el asentamiento del rock en español en el país, durante un tiempo en que los híbridos musicales en nuestro idioma comenzaban a construir una identidad nacional y latinoamericana.
Por Álvaro Castellanos
En su historia contemporánea, Colombia ha demostrado ser un país bailable y fuertemente representado por los ritmos tropicales. Un país de ferias, orquestas, verbenas, parrandas y «azotar baldosa». Su posición geográfica y su influencia Caribe lo ha perfilado como un mercado con un interés apenas relativo por el rock. Sin embargo, en los años sesenta, setenta y ochenta ocurrió en el país un fenómeno cíclico, repetitivo. El rock sufría distintos declives comerciales que parecían borrarlo del mapa, pero, moribundo, resurgía al sintonizarse con la realidad del país y al alinearse con las influencias sonoras y estéticas venidas de afuera. De esta forma, el rock nacional siempre reconectaría con el interés de las audiencias y resurgiría una y otra vez. Sucedió en 1971, con el interés multitudinario que despertó el Festival de Ancón en la juventud nacional. Y volvió a pasar en 1988, con el también recordado Concierto de Conciertos: otro hito musical que demostró nuevamente que el rock estaba muy lejos de sofocarse entre el baile, los ritmos tropicales y las tendencias importadas.
«El rock a finales de los años setenta prácticamente estaba desapareciendo, con el gran movimiento que hubo de la música Disco que arrasó con la escena», comenta para Nación Rebelde RTVC Jorge Barco, vocalista de las bandas de rock progresivo Ship y Crash. Sin embargo, pronto quedaría claro que el rock en toda su amplitud y sus correspondientes fusiones podían convivir con los ritmos tropicales y tener su lugar en audiencias cada vez más heterogéneas. «El rock es disrupción, es rebeldía y resulta que el rockero colombiano podía escuchar a Génesis y a Spinetta y al mismo tiempo podía escuchar a Lucho Bermúdez», explica El Profe Álvaro González Villamarín, director de Radiónica.
Así como el género no era un ente estático e inalterable, sino un fenómeno de transformación permanente que se nutría de lo que pasaba a su alrededor, sus fanáticos, salvo los más radicales y sectarios, podían abrazar músicas diversas. Entonces en Colombia brotó el metal y el punk, como resultado del declive social y la violencia impuesta por los carteles de la droga; y también el rock en español, más fusionado e híbrido, cuya piedra angular fue el inolvidable Concierto de Conciertos.
El 17 y 18 de septiembre de 1988, los empresarios Armín Torres y Felipe Santos (que en 1992 traerían a Guns ‘N Roses) organizaron el Concierto de Conciertos. Un evento que tuvo lugar en el Estadio Nemesio Camacho El Campín de Bogotá y contó con un amplio cartel de artistas, que remaban desde distintas orillas musicales, pero compartían cierto eje común que giraba en torno al rock. Con la guerra del narcotráfico pasando por sus momentos más tenebrosos y llegando a las grandes ciudades, este punto de reunión refrescó y unió culturalmente a los jóvenes de la época con generaciones mayores.
«Nació el Concierto de Conciertos, que reunió 70.000 personas y se logró convocar toda una juventud que quería una ventana, porque siempre hemos vivido en los estados de sitio, los estados de emergencia, de guerra y de terrorismo que ha tenido Colombia. Entonces ese Concierto de Conciertos sirvió para que las familias se reunieran y compartieran con los hijos y era un acercamiento entre las generaciones, por eso presentamos bandas como Los prisioneros, Los toreros muertos, Franco De vita, dos generaciones diferentes de artistas que se reunieron», recuerda Fernando Pava Camelo, gestor musical y empresario.
Camilo «Piyo» Jamarillo, de la banda bogotana Compañía Ilimitada, resalta en Nación Rebelde RTVC la confluencia musical diversa que se hacía posible en los grupos generacionales que convocaba este festival con un mismo idioma como protagonista. «En el concierto de conciertos no sólo estaba el tema del rock en español sino otra cantidad de artistas más cercanos al pop y a la balada. Estaban Miguel Mateos, Yordano, Timbiriche, Océano, José Feliciano y otras personas a conveniencia de las disqueras. Pero deja un hecho histórico para el rock porque era el principal exponente, además de ser un movimiento cultural, artístico y social donde se identifica a un grupo de generaciones que se unifica a través de la música joven cantada en su idioma y ese concierto deja la señal de que la música que aún oímos hoy está referenciada por ese momento histórico».
Compañía Ilimitada surgió en la capital del país y, aunque en períodos interrumpidos, ha tenido vigencia durante cinco décadas diferentes. Es decir que su música concentró diferentes tendencias propias de cada época, donde sobresalieron el rock y el pop. La agrupación de Juancho Pulido y «Piyo» Jaramillo, compañeros del colegio Gimnasio Moderno, cuna de la élite nacional, lograron alta repercusión con su segundo disco, Contacto (1988), que les sirvió para convertirse en teloneros de enormes artistas del momento como Soda Stéreo, Los Prisioneros y Miguel Mateos.
Para «Piyo» Jaramillo, «era encontrarnos con el pasado nuestro, el presente que estamos viviendo y un poco de lo que queríamos mostrar en el futuro, por eso Contacto es un disco bien ecléctico porque decimos que metemos lo de antes, en lo que estamos ahorita o lo que queremos hacer», comenta sobre el segundo álbum de la banda, donde sobresalen éxitos como Siempre estaré y La Calle, que recuerda las atmósferas fiesteras de Bogotá.
Si te encuentras solo al atardecer
y no tienes nada, nada, nada más que hacer,
toma tu walkman ponte en camino, déjate llevar,
la calle será tu amigo, el sedante de tu soledad.
Yeahhh uh oh uh oh uh oh.
En la calle,
algo bueno va a pasar.
Ven sale a la calle,
sal a caminar.
Del Concierto de Conciertos, donde Compañía Ilimitada estuvo presente, se desprenden todo tipo de retazos en la memoria colectiva de quienes hicieron parte de él. Gabriel de las Casas, periodista, conductor radial y miembro activo en la escena de la época, recuerda cómo masas enteras de personas se devolvían a sus casas a pie luego del evento. «Quizás lo mejor de ese concierto es tratar de salir sobre las seis de la mañana cuando no había ningún tipo de transporte, cuando no teníamos Transmilenio y teníamos pocas busetas y pocos taxis a esa hora y era como una gran caravana, como una gran marcha de gente caminando sobre la 30, sobre la salida del estadio El Campín de la ciudad de Bogotá caminando hacia el norte, hacia el sur, hacia el oriente, o hacia el occidente con una cara de satisfacción, con una mamadés de haber estado 12 horas en un evento en un estadio, pero con una felicidad de haber brincado y gritado con los artistas».
La música en nuestro idioma era un contundente unificador de audiencias que se veían representadas por un sentimiento en común. En el rock en español, mucho tuvo que ver la influencia que venía de España, pero también de Argentina y Chile, sociedades golpeadas en su libertad de expresión por las dictaduras militares y permeadas por influencias sonoras europeas. Las violencias que impactaban sobre estos países podían ser diferentes a las que sufría Colombia, pero los relatos en español de reivindicación y resistencia al establecimiento generaban un fuerte lazo de representación.
Para Tato Lopera, de la banda paisa Estados Alterados, el rock en español fue un conector social clave para jóvenes con miedos e inquietudes similares, que comenzaban a alinearse bajo una misma identidad. «Es curioso lo que nos ha tocado vivir y hacer para poder caber en la inclusión, para construir ciudadanía. Entonces a partir de eso era construir un montón de entidad que no era por encajar, sino por decir de pronto que hay otro montón de gente como yo que le da miedo que no sabe cómo expresar sus cosas y uno se va volviendo la voz de esas personas».
Estados Alterados, nombre derivado del filme clásico de ciencia ficción de 1980, fue fundada en 1987 y durante más de treinta años ha dejado un testimonio musical virtuoso y longevo de rock alternativo, tomando insumos sobre todo del synth-pop y el post-punk y la influencia del sonido de Depeche Mode y The Cure. Tato Lopera conecta inmediatamente su llegada a la música y la fundación de su banda como un vehículo de supervivencia a la guerra desatada por Pablo Escobar.
«El no futuro en Medellín, el del no trabajo, existía desde siempre básicamente, pero era como ¿vamos a llegar vivos a la casa? ¿Cuánto vamos a vivir? ¿Quién se va a morir la próxima semana? ¿a quién van a matar? ¿la bomba dónde va a ser?” las bombas fueron posteriores también, pero de todas formas era una cosa muy ruda (…) Entonces eso era una forma de pararse y decir ¿hay otra manera de hacer las cosas? ¿Hay otra manera de decir, de hablar y de poner a pensar a la gente? Eso era super importante, no nos quedemos en cosas banales, sino que vayamos más allá y sobrevivamos a punta del arte de la cultura y de la música».
La caja de resonancia de los mensajes en español es, para Lopera, un factor fundamental en la declaración de principios de su música. «Todo el mundo nos decía que hiciéramos algo en inglés y nosotros no. Yo siempre he tenido en la cabeza que la música la debe hacer el idioma en el que uno insulta a alguien o le dice a una persona que la ama, y yo a nadie le digo I love U».
Antes de que los años ochenta bajaran su telón, Estados Alterados lanzó su EP Muévete (1989), con una canción homónima que terminaría convirtiéndose en el gran éxito de la banda, incluyendo unas notas inolvidables de teclado que quedaron estacionadas para siempre en lo más alto de la memoria del rock colombiano.
Es un instinto primitivo un ansia salvaje
Que te atemoriza temes que te domine
Y te veo danzar al ritmo de tambores
Resplandor de fuego que ansia tu figura
Pues solo déjate llevar
Olvídate del baile tradicional
Solo muévete
Pero muévete de verdad
Hasta desvariar (x2)
Vinculada al New Wave que se dejaba ver en la música de Estados Alterados, en los años ochenta también sobresalió la banda bogotana Pasaporte, liderada por Elsa Riveros: una mujer pionera para el rock en español colombiano. Pasaporte sólo estuvo vigente tres años, de 1987 a 1990, con una reunión efímera en 2008, pero también fue una cuota estelar en el cartel del Concierto de Conciertos y la música alternativa nacional de la época. Riveros recuerda con emoción en Nación Rebelde RTVC su paso por la tarima del evento y recupera el contexto en que lanzó una proclama memorable.
«Cuando anuncian a Pasaporte todo el estadio decía Pasaporte, Pasaporte. Yo miré a donde anunciaban los goles y decía Pasaporte, Pasaporte, Pasaporte y la gente empieza a cantar el himno nacional y yo no lo podía creer. Yo no podía creer que eso estuviera pasando ni que me estuviera pasando a mí, ni entendía. Cuando escucho el himno nacional me dio como una cosa patriótica, algo que no sé explicar, pero cuando le doy las gracias al Alcalde que iba a partir la historia del rock en 2 antes y después del concierto, lo único que me nace decir es “Bogotá, del putas Bogotá”, yo estaba tan emocionada, tan conmovida, tan orgullosa de ser colombiana, yo no sabía bien qué estaba pasando».
El terror sembrado por los grupos armados colombianos en la época explica en gran medida la vigencia perecedera de Pasaporte en la escena nacional y la decisión de Riveros por suspender uno de los proyectos musicales más promisorios de Colombia en el momento. «Había un tema colombiano muy fuerte con el narcotráfico, muy fuerte y todas esas bombas que ponen, esa parte afectó profundamente porque no se podían hacer conciertos y estaba la guerrilla y no me dejaban salir a conocer. Cuando llegamos a Bogotá también había ejército y decían que éramos súper famosos. Después me dicen que el ELN me había mandado a secuestrar y lo veo en una nota de periódico, que iban a secuestrar a la cantante de Pasaporte para hacerle llegar un mensaje al Presidente».
Con una riqueza lírica ingeniosa y desautomatizada, Hora Local supo ser otra de las bandas que apalancó el posicionamiento y pertenencia hacia el rock en español en Colombia. También fundado en Bogotá, fue un grupo liderado por Ricardo Jaramillo, Luis Uriza y el periodista Eduardo Arias. El rock no te necesita (1988) fue el primero de cuatro discos de estudio grabados por la banda durante los dos períodos distantes en que estuvieron reunidos (de 1986 a 1991 e intermitentemente de 2007 a 2012). Entre las canciones que exaltaron a Hora Local como una banda importante en entornos underground, se destacan La chica de Chernóbyl, Londres, Sigue siendo Bogotá y Pasó de todo. Su música alternativa construía historias distópicas y ficcionales que, sólo con el paso del tiempo, los convirtieron en una banda de culto.
Eduardo Arias recoge la esencia que comenzó a desarrollar el rock en los años ochenta para definir a nuestra Nación Rebelde RTVC. El rock, puntualiza él, debe ser visto como una forma musical más identificable por su fondo que por su forma, y por su contenido más que por su empaque. Una idea que seguiría desarrollándose con la llegada de nuevas décadas como parte de una percepción distinta del rock. «Nación Rebelde es una cuestión de actitud (…) Yo encuentro el rock en Mozart, lo encuentro en Wagner, lo encuentro en Beethoven que son de música clásica. Esa definición la dio alguna vez Charly García, que el rock es una actitud (…) y es mucho más que rebeldía, también es reflexión, también es una manera de mirar el orden de las cosas, de la sociedad y la vida misma».


Entrevistas
En el tercer y cuarto episodio de Nación Rebelde RTVC hablan integrantes de bandas de rock en español, metal y punk como Compañía Ilimitada, Pasaporte, Estados Alterados, Hora Local, Parabellum, Kraken, Masacre e I.R.A. También expertos, como Álvaro González Villamarín, Alejandro Barbosa y Román González.

Carlos Mario Pérez - La formación de Parabellum y su mensaje

Carlos Mario Pérez - El metal colombiano y el ultra-metal

Jorge Aterhortúa - Kraken. El contexto de violencia en la formación del grupo

Hugo Restrepo y Jorge Aterhortúa - Kraken. El recuerdo de Elkin Ramírez
Román González - Periodista. La escena extrema de Medellín en los 80
Román González - Periodista. La colombianidad del punk y el metal de Medellín
Compañía Ilimitada - Cómo se conocieron y comenzaron a tocar
Compañía Ilimitada - La evolución de la banda en los 80
Compañía Ilimitada - Sobre el Concierto de conciertos

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