
Años 70
EXPLORAR

Hippismo
Liberación y experimentación: un sueño musical llamado Los Flippers
Arturo Astudillo revive en Nación Rebelde RTVC sus vivencias con Los Flippers, protagonistas del origen y evolución del rock colombiano en épocas en que el clamor pacifista global también aterrizaba en el país.
Por Álvaro Castellanos
Durante los años setenta, el grito polifónico del mundo occidental para resistir pacíficamente a la guerra también retumbó en Colombia. Los movimientos hippies invocaban paz, amor y una liberación sexual y de pensamiento, cuya semilla se había plantado años atrás. Estos ecos de cambio tendrían en el país un refugio artístico y social cada vez más visible y derivaron en la realización del hoy mítico Festival de Ancón, etiquetado como el Woodstock colombiano. Más de 200.000 jóvenes de todo el país llegaron a las afueras de Medellín, en junio de 1971, para hacer parte durante tres días de un evento musical apoteósico. Sectores conservadores y religiosos sentaron sus protestas al considerar violentada su moral, debido al consumo de sustancias, sus efectos psicodélicos y el clamor de libertad que tenían en común los jóvenes que asistieron.
«Último día del festival, se aparecieron los paisas de siempre a caballo, una cabalgata. Y atravesaron el campo en medio de los muchachos, algunos atropellados, pues nada que lamentar, cero grave», recuerda en Nación Rebelde RTVC Álvaro Díaz, roquero de antaño y fundador de la emblemática banda The Young Beats, sobre el Festival de Ancón. En su relato, Díaz resalta la presencia más sorpresiva que podía tener un evento así. «Fueron 3 días maravillosos y, como en festival de rock que se respete, llovió a mares (...) Y en medio de ese barro veo venir cámaras y una persona con su pañoleta y todo, sí señor, Gloria Valencia de Castaño. Maravillosa mujer que se dio a la pela con sus zapatos, yo no sé serían Gucci, pero allá en medio del barrizal caminando allá, poniendo al sonidista, al de la cámara, todo para hacer una gran entrevista de lo que estaba pasando para su programa que salía todos los martes en la televisión, en el Canal 7, que era el canal importante en ese momento».
Aunque el artista más importante anunciado en el cartel de Ancón eran Los Flippers de Bogotá, al final no se subieron a la tarima, pero sí presenciaron de primera mano lo que fue un hito definitivo en la historia musical colombiana.
Para comienzos de los años setenta, Los Flippers eran la cara más conocida del rock nacional. Tenían dos álbumes de estudio grabados en la década anterior: Discoteque (1966) y Psicodélicas (1967) con el sello Codiscos. Su sonido era potente, trabajado, experimental y alineado a la era de la psicodelia, en la cual el consumo de ácidos y alucinógenos fortalecía la idea de una apertura social y artística, como eje de una escena que todavía se estaba reconociendo a sí misma. El entusiasmo de masas enormes de fanáticos subsidiaba el sostenimiento del rock. Sin embargo, tal como ocurrió en Ancón, el desorden reinaba en conciertos y festivales, la logística siempre lucía insuficiente y los fans se llevaban todo por delante. Sobre estos inconvenientes que impedían el crecimiento del género en términos de organización, se refiere Arturo Astudillo, fundador de Los Flippers.
«Realmente llegó un punto en el que el movimiento rock se estacionó porque habían situaciones adversas y contrarias para poder progresar en el movimiento. Por ejemplo, concierto en el teatro La Comedia así, lleno, termina el concierto. Arqueo de los daños que el público le había hecho al teatro: 4 puertas rotas, los baños rotos, 200 sillas rajadas, el telón roto y comenzó el desbarajuste, por decirlo en esos términos, de lo que sucede en ese ámbito de los conciertos. Entonces se hacían conciertos en los parques, pero todo resultaba en problemas».
Astudillo formó su banda en Bogotá, en 1964. Era apenas el proyecto estudiantil de un adolescente que perseguía el sueño del rocanrol conquistado a nivel mundial por Los Beatles. Un año después, debido a su signo zodiacal (piscis) y a una serie de televisión popular llamada Flipper, su banda pasó a llamarse Los Flippers: autores de las páginas más célebres sobre el nacimiento y evolución del género en Colombia.
Algo de la espesura del rock progresivo se asomaba en la música Los Flippers al subirse el telón de los años setenta. Esta influencia se hizo visible, entre otros motivos, por el fichaje de Carlos Cardona como vocalista y baterista y la inclusión de teclados y arreglos orgánicos en el ensamble musical de la banda. Estos elementos marcaron el sonido de Pronto viviremos en un mundo mucho mejor, tercer disco de Los Flippers, prensado en 1973 bajo la disquera Delfín y en el que sobresalieron éxitos como el tema homónimo que puso nombre al álbum.
No sientas temor de la vida actual
Pronto pasará tanto descontrol
Y organizarán una sociedad
Que pueda vivir sin el capital
Mira más allá de la realidad
Así sentirás menos soledad
Una vez allí no vuelvas atrás
Hay que esperar un cambio social
Pronto viviremos un mundo mucho mejor (x8)
Los ejes líricos de la protesta, la resistencia a modelos políticos y económicos, el pacifismo y la liberación sensorial impregnaron la música de Los Flippers, una banda producto de su tiempo, pero sobre todo tocada por la varita mágica del talento: esa que genera una praxis artística única que no todo el arte consigue. El virtuosismo que desarrollaron les facilitó consolidar un sonido propio, luego de apropiar y transformar las influencias que habían tomado de sus referentes. Así lo destaca en Nación Rebelde RTVC el periodista musical Jacobo Celnik. «El momento importante de los Flippers es en los años setenta, cuando lanzan el disco Pronto viviremos en un mundo mucho mejor, donde el talento de Arturo Astudillo como compositor emerge de qué manera. Dejan de ser imitadores, dejan de copiar para empezar a crear un rocanrol muy colombiano».
Acerca del estilo propio que moldeaban Los Flippers, Arturo Astudillo resalta la originalidad transmitida por la banda sobre el escenario. «Nosotros no éramos el grupo en escena que tocaban, y no, hacíamos shows, preparábamos shows, teníamos uniformes y la noche de las brujas nos disfrazamos de Drácula, de Frankenstein y hacíamos conciertos. O sea, el grupo siempre fue muy original con sus presentaciones y en escena también. No era el grupo que estaba quieto como Los Beatles, no. Nosotros éramos con tirada al suelo y todo, y haciendo el show porque eso lo lleva uno en el alma».
Por otro lado, agrega Celnik, así como Medellín supo ser la cuna que arrulló al rock en sus inicios, Los Flippers lo proliferaron en Bogotá, incluso en términos estéticos. «Los Flippers fueron importantes para difundir la moda del rocanrol entre los bogotanos, junto con los Speakers, y era la posibilidad de tener unos The Beatles o The Rolling Stones pero a la colombiana. Speakers y Flippers, músicos talentosos, músicos muy pilos que se nutrieron de las influencias sobre todo británicas. Lamentablemente sus temperamentos les jugaron malas pasadas y creo que es un grupo que si no hubieran tenido tantas rencillas entre ellos hubieran logrado trascender mucho más».
Los cismas entre Astudillo, sus compañeros y la industria en general habrían sido el detonante que produjo la disolución de Los Flippers en 1975, sumando dos factores más. El de la migración, pues varios de sus integrantes se radicaron fuera del país. Y a que, de nuevo, el rock cotizaba a la baja en las parillas de las emisoras y la movida mediática. Sin embargo, en 1980, por iniciativa de Arturo Astudillo, el grupo se reactivaría de manera efímera hasta 1982. Y 26 años después, en 2008, Los Flippers volverían a sonar cuando fue reeditado su gran disco, Pronto viviremos en un mundo mucho mejor.
Como es sabido, la paz y el amor que perseguía el movimiento hippie se reduciría a una utopía rota que no se ajustaba a conflictos globales como la Guerra Fría, en la que Estados Unidos y la Unión Soviética se mostraban los dientes frente al riesgo de una nueva Guerra Mundial. Y, mucho menos, frente al caos social que comenzaría a respirar Colombia con la explosión del narcotráfico y su etapa más cruda de violencia. Sin embargo, aunque cambiante, el rock nacional seguiría su curso, resistiendo siempre a los cánones del orden establecido. Al respecto, Arturo Astudillo es un creyente de la inmortalidad del rock, como un sentimiento de rebeldía aterrizado a la música y en contra de las imposiciones sociales.
«Yo quiero saber quiénes los que “que el rock ha muerto” ¿quiénes dijeron eso? Muere lo que tuvo vida y dejó de existir, eso se puede plasmar en la vida de un pintor, un músico, un arquitecto, pero es que el rock no es lo que la gente cree, el rock es una manifestación en música de la rebeldía, o de la expresión porque es el rock el que habla».


Entrevistas
En el segundo episodio de Nación Rebelde RTVC habla el líder de Los Flippers, Arturo Astudillo, expertos como Jacobo Celnik y personalidades definitivas del rock and roll de los años 70, como Chucho Merchán (de Malanga), Augusto Martelo (de Crash) y Ángela Isaza, legendaria baterista colombiana.
Chucho Merchán - La evolución del rock colombiano en los 70
Ángela Isaza - Cómo surgió La Gran Sociedad del Estado
Chucho Merchán - La relación del hippismo con la sociedad
Ángela Isaza - El sello colombiano de los músicos de la época
Chucho Merchán - Malanga como referente musical
Ángela Isaza - Ser baterista en los años 70

Av. El Dorado Cr.45# 26 - 33 Bogota D.C
Colombia
Telefonos
(+571)2200700, linea gratuita nacional.
018000123414
Horario de atencion:
Lunes a viernes (:00am a 12am
y de 2:00 pm a 5:00pm
Solicite información general en: info@rtvc.gov.co
Correo electrónico para notificaciones notificacionesjudiciales@rtvc.gov.co
Peticiones, Quejas, Reclamos y Sugerencias Sobre PQRS
Asesor en línea: lunes 9:30 a.m. - 12:00 m